lunes, 5 de abril de 2010

DOWNHILL LONGBOARD – ADRENALINA AL MÁXIMO


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UN DEPORTE DE ACCIÓN QUE COBRA FUERZA EN EL PERÚ.
Es un deporte de mucho riesgo. El entrenamiento y una buena indumentaria son importantísimos. No puede haber errores porque puede ser fatal. Pero aún así tiene muchos seguidores.

¿Se imagina estar montando en una tabla con ruedas, bajando una pendiente muy inclinada con curvas cerradas y a más de 100 kilómetros por hora? Esta sensación indescriptible de adrenalina se llama Downhill Longboard, un deporte extremo surgido de skate.
Esta práctica nació a fines de los años cincuenta en california y, a diferencia del skater que se practica en un skatepark, el Downhill Longboard se centra en buscar la velocidad máxima y encontrar posiciones aerodinámicas cortando el viento.
La bajada de Armendáriz, donde se alcanza los 80 kilómetros por hora, la bajada de Marbella, puedes alcanzar 70 kilómetros, en el Cerro de la Molina los 90 kilómetros y en Pasamayo superas los 100 kilómetros por hora. En el Perú no supera los seis años de práctica.
Jorge De la Cruz, es un alumno del quinto ciclo de la UTP y practica este deporte desde hace más de un año. Vive por la Avenida Aramburú y llega en 10 minutos a la UTP cogiéndose de los carros y microbuses.
“La primera vez que me subí a una tabla estaba con miedo. Mis amigos me dieron las pautas para lanzarme y no duré mucho. Terminé en el piso. Fue ahí cuando dije: Qué paja, si entrenó más me irá mejor y desde esa vez no lo he dejado, ni lo dejaré jamás”, sostiene.
Jorge lleva en su sangre adrenalina. Practica downhill longboard y asegura que es su vida. Entrena diariamente, va en el ranking entre los 12 mejores del campeonato nacional y su esfuerzo lo llevará completar sus sueños: ser un campeón y difundir su deporte favorito
Para practicar este deporte es obligatoria una buena indumentaria que incluye un casco que pueden ser aerodinámico o integral (150 dólares), una casaca de cuero resistente a las caídas que te salve de rasguños y ayuda a cortar el viento (200 dólares), además de coderas, rodilleras y, por supuesto, una buena tabla (150 dólares).
Como todo deporte requiere de mucho esfuerzo, entrenamiento y sangre fría. “Hay que tener mucha precaución al practicar este deporte. El downhill longboard no es igual que un carro. Una ráfaga de viento o un poco de turbulencia de los camiones o carros pesados nos hacen perder el equilibrio. Es importantísimo estar bien ubicados para poder controlar la tabla”.
Los que practican este deporte buscan el adrenalina al máximo y es que no sólo es deslizarse en una bajada, también tienen que esquivar piedras en el camino, huecos y por supuesto conductores ebrios que siempre hay en nuestra ciudad.
Jorge recuerda una vez que casi se una prueba le cuesta la vida en Marbella. “Estaba con un amigo en posición de bajada y un carro se detuvo repentinamente y se estacionó. Créeme que mi vida en ese segundo pasó como una película. Yo lo que hice fue cerrar mi ojos y me tiré con la tabla hacía la izquierda. Cuando abrí mis ojos me di cuenta que estaba vivo”.
En el Perú existen grandes seguidores del Downhill Longboard como Felipe Málaga, campeón nacional; Fico Larco, César Sandoval, quien quedó en cuarto lugar en el extranjero y Gustavo Paredes quinto en Argentina. Este último tiene 15 años.
Todos los días los vecinos se entretienen viendo como se tiran por las empinadas bajadas. Es tanto el apoyo que la policía los ayudan a subir nuevamente y les miden la velocidad.
Respecto a que hay autoridades y personas mayores consideran que pierden el tiempo o que ya estamos grandes para usar una tabla e incluso que hay alcaldes involucrados que sus serenos tiran piedras a skaters, además cobrar entrada en el skatepark”. “Pienso que está en un error total. Esa área es pública y si cobran entrada no habrá apoyo y la verdad es que falta mucha ayuda pese a que hay un gran potencial”. Responde Jorge.
Jorge recomienda a los futuros adeptos que se arriesguen. Cuenta por experiencia propia que cuando comenzó le fue difícil porqué no es fácil decirle a sus padres: “Me voy a tirar del cerro de la Molina y luego regresar herido y con quemadura en la piel”.

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